Esta segunda parte da conclusión a ese pensamiento de cierto abandono que a veces sentimos los agraviados por la naturaleza, la cual siempre tiene una extraña manera de recordarnos que no todo lo asumido es correcto, y que, en el tiempo de la tierra, nosotros los mortales, somos apenas como un pestañar en su ciclo.
Y es que desde chico recuerdo a mi madre hacer referencia de aquel Huracán que amenazó la Capital dominicana en los primeros días de septiembre. Haber nacido en el Caribe aseguró dos determinantes factores de mi vida y ninguno de ellos por escogencia propia. La primera es que mi existencia y el de la mayoría de los caribeños siempre estarán atada a capítulos circundantes a las épocas ciclónicas.
El segundo sería el prejuicio de haber nacido en un país subdesarrollado, el cual ha dado quizás permiso para que sobre nuestros esfuerzos, oportunidades conquistadas o peldaños alcanzados, siempre se cuelgue el estigma de superación entre comillas.
Cuando niño viví la tragedia que causó el Huracán David y la Tormenta Federico, recordando bien ese sacramento infortunado de la madre naturaleza y a partir de esta experiencia es que se inicia en mí la valoración a mi mamá y estreno así la madurez. Aunque no fui damnificado por el paso de estos sistemas con el tiempo conocí mi fortuna, al contrastar las penurias que habían arropado aquella gente damnificada.
Como joven adulto sobreviví el huracán George, vi nuevos damnificados surgir y brotar paralelamente con la necesidad de forjar activismo social en favor de otros. Como adulto además y con familia, aquí en la ciudad de Miami, Florida superé a los huracanes Wilma y el más reciente, Irma, pero me cuestiono ¿Damnificados, ningunos o sí lo hubo?
Me pregunto, porque ser damnificado en tu país es una cosa, pero serlo en uno ajeno al tuyo es otra. ¿Quien asiste a un damnificado indocumentado? ¿Quién extiende una mano amiga a alguien sin documentación o estatus migratorio definido? ¿Cómo recurrir a ayuda asistencia algún albergue público si eres un indocumentado? ¿A quién se dirige un dominicano sin “papeles”, que haya sido afectado por el impacto de una tormenta o la devastación causada por un desastre natural?
¿Estaría el Consulado local violando alguna Ley de carácter migratorio o Derecho, si prestara asistencia a un nacional suyo en estado de indocumentación? ¿Cómo regresa a casa tras ser haber sido afectado por el paso de un sistema meteorológico de estas proporciones un quisqueyano que vive de manera ilegal en Estados Unidos?
Esa perspectiva es una que nunca tenemos presente y no creo que las autoridades tampoco. Los compatriotas que viven en la isla no han procesado esos enfoques ya que su referencia es tan solo con los vecinos. Lo que pudiera ser un dominicano ilegal en los Estado Unidos, no es lo mismo que sucede con un haitiano ilegal en República Dominicana.
Ese ciudadano extranjero puede bien cruzar frontera y confundirse entre los vendedores del mercado de Dajabón y posteriormente superar los dos o tres puntos de chequeo que existen en las carreteras que le llevaran a las grandes ciudades de la nación dominicana. Si ha de suceder una escena que le impida su bienestar o este decidiera regresar a Haití, tiene la ventaja de que bien puede regresar a su país con el mayor de los inconvenientes siendo una deportación compartida con otros como ellos y quizás encima de un camión. No es lo mismo para los indocumentados que viven y habitan los Estados Unidos. ¿Cómo regresa un indocumentado a su país, sea este, México, Honduras, Guatemala, Nicaragua o República Dominicana?, en este caso no de manera voluntaria, muchas veces solo deportado.
Mi inquietud sobre la realidad de esos dominicanos legales o ilegales surge de la posibilidad de que cerca de 300 nacionales nuestros se encuentran hoy desamparados en el noroeste del Estado de la Florida y a merced de sus realidades diarias y de autoridades que los representan a pesar de no ser las suyas. En un Estado como este que supera en proporción de área por dos veces y medio el territorio completo de la Republica Dominicana tenemos que doblemente pensar en la representación Extra-Patria que tenemos, pues no es posible que un territorio de miles de ciudadanos sea representado, quizás por dos Legisladores y un Consulado General.
A dos días de la devastación causada por Michael, nadie puede decirme que pasó con el Salón de Milly o con los empleados que trabajan en la cocina de Uncle Pete’s Caribbean Shack. Me preocupa saber que dominicanos como yo, anden desamparado y sin país que lo guarde o proteja, pues solo en la Patria es que no somos extranjeros y damnificados mucho menos.
Rodolfo R. Pou, Arquitecto. Empresario. Dominicano en el Exterior.
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