Icono del sitio EquilibrioDigital

La espectacularización de la violencia se le ha ido de las manos a la UFC

Archivo: Rose Namajunas y Joanna Jedrzejczyk (Photo by Josh Hedges/Zuffa LLC/Zuffa LLC via Getty Images)

Después de una semana entera de aguantar provocaciones, desprecios, faltas de respeto y una actitud intimidatoria por parte de Joanna Jedrzejczyk en todos y cada uno de los actos promocionales y eventos previos al UFC 217, Rose Namajunas derrotó por KO a una rival que parecía invencible. La derrotó y la arrebató el cinturón de campeona del peso paja femenino de la UFC, la compañía de artes marciales mixtas (MMA) más importante del mundo. Como si fuese el guion de una película, el bueno había derrotado al malo. Y como en el cine, el bueno no tenía aires de venganza, sino que ofrecía una lección de humildad. “Ha habido mucha mierda en la prensa y las noticias… Yo sólo quería utilizar mi don para las artes marciales para hacer de este mundo un lugar mejorEste cinturón de campeona no significa nada. Simplemente hay que ser una buena persona. Este cinturón es un extra. Démonos abrazos unos a otros y seamos amables con los demás. Peleamos, pero esto es un entretenimiento. Después no es nada”, dejó Rose para la posteridad.

Uno de los comentaristas dijo, nada más terminar el combate, que Rose Namajunas había hecho dar un giro al mundo de las artes marciales. En realidad sólo las había hecho volver a sus orígenes, al respeto como máxima. “Solía pelear con odio… pero era porque me hacía daño a mí misma. Aprendí que el amor es una energía mucho más sostenible que el odio. Ser la mejor del mundo no significa mucho si no eres una buena persona que da un buen ejemplo a los demás”. Son palabras de la misma Rose que saluda a sus rivales, que muestra respeto al árbitro y, sobre todo, tiene devoción por unas artes marciales que, por muy ‘mixtas’ que sean, están perdiendo su esencia. La línea entre el respeto (por el rival y por el deporte) y showbusiness en el que se han convertido las MMA es muy fina y fácil de rebasar. Cuando esto sucede, es muy bueno para el espectáculo y el negocio, pero un auténtico nocaut para las raíces. No está bien. Confunde a los jóvenes y los que sólo son espectadores esporádicos. De un modo u otro, devuelve a las artes marciales mixtas en el baño de sangre y magnificación de la violencia de la que ha huido durante años.

Si los creadores de artes marciales como el karate, el judo o el jiu-jitsu (tradicional y brasileño) levantasen la cabeza… se encontrarían de bruces con un espectáculo de luces y sonido que enmascara una tradición diluida en un peligroso coctel de arrogancia, insolencia y desfachatez. Nada que ver con lo que nació siglos atrás. Un espectáculo que hay que vender, promocionar y meter por los ojos sin ningún tipo de filtro. Cuanto más insana sea la rivalidad entre dos (supuestos) artistas marciales, más entradas y pay-per-view se venderán. Prácticamente vale todo, aunque la doble moral y el “es sólo por el espectáculo” sirvan como autoconvencimiento para aquellos que saben que lo que han hecho/presenciado no está bien.

LAS VEGAS, CA – OCTOBER 06: Referee Herb Dean steps in to stop Khabib Nurmagomedov after Conor McGregor tapped out during their fight at UFC 229 at the T-Mobile Arena in Las Vegas, Nev. Friday, Oct. 6, 2018. (Photo by Hans Gutknecht/Digital First Media/Los Angeles Daily News via Getty Images)

Hace poco el hispano-georgiano Ilia Topuria me dijo que “si gana Conor McGregor, ganamos todos”. El problema es, ¿a qué precio? ‘The Notorious’ es el buque insignia de las MMA y la UFC desde prácticamente la primera vez que puso un pie en el octógono. Te puede gustar más o menos, caer mejor o peor, pero está claro que el irlandés es un buen peleador, muy bueno. El problema son las formas, que le dejan en ‘peleador’ sin permitirle dar el paso a ‘artista marcial’. Vende mejor que nadie los combates y no tiene igual a la hora de promocionar sus peleas. Ni lo ha habido ni lo habrá. Conor es único, para lo bueno y para lo malo. Lo que sucede es que lo malo empaña demasiado el brillo de lo bueno.

Uno de los combates más esperados de la historia de la UFC fue el que enfrentó a Conor McGregor y Khabib Nurmagomedov. Las mayores rivalidades de todos los tiempos no levantaron ni un ápice de la expectación en comparación con esta pelea, que venía precedida de una serie de acontecimientos bochornosos y una promoción en la que el irlandés cruzó la raya. Aludió a la familia y la religión de un Khabib que entró en el octógono listo para tomárselo personal. Así fue. El daguestaní dio una auténtica paliza a su rival y ganó por sumisión. Pero tardó en soltar la estrangulación cuando McGregor se rindió (el árbitro tuvo que obligarle), siguió buscando el enfrentamiento, entró en las provocaciones del rincón del irlandés y acabó saltando la verja para irse directo a por los integrantes de la esquina de ‘The Notorious’. Organizó una auténtica batalla campal en los aledaños de la jaula. Fue vergonzoso y vergonzante por partes iguales. “Mi padre va a patearme el culo cuando me vea”, confesó un Nurmagomedov al que nunca se le había visto en ese estado. Fuera de control y totalmente alejado de la postura respetuosa con su rival que le ha caracterizado durante la mayor parte de su carrera. No se le puede quitar culpa, pero tampoco ignorar que McGregor fue el instigador de todo aquello. Había calentado tanto el ambiente que el calor se hizo insoportable, haciendo que TODO el mundo se olvidase del respeto de las artes marciales y se centrase en el showbusiness tan necesario para las MMA.

Jul 10, 2021; Las Vegas, Nevada, USA; Conor McGregor is carried off a stretcher following an injury suffered against Dustin Poirier during UFC 264 at T-Mobile Arena. Mandatory Credit: Gary A. Vasquez-USA TODAY Sports TPX IMAGES OF THE DAY

Un tatami tradicional es un escenario muy distinto al que representa una jaula de la UFC. Toda la parafernalia que rodea a la lucha libre profesional (al wrestling, a la WWE) está cada vez más presente en las MMA y las aleja de sus raíces. Y aquí vuelve a aparecer Conor McGregor. En su última pelea, la que cerraba la trilogía con Dustin Poirier, se partió la tibia y perdió el combate al terminar el primer asalto. Sentado con la espalda contra la reja y con la adrenalina anestesiando el dolor de una pierna rota, ‘The Notorious’ se encargó de empezar a vender el que está llamado a ser el cuarto enfrentamiento entre ambos. “¡Esta mierda no ha terminado! Si tenemos que acabarlo en la calle, lo haremos. No me importa una mierda. ¡Tu esposa me enviaba mensajes privados! Seguro que lo hará luego. Estará en mi fiesta. Maquíllate. Estás muy guapa, putilla”. Todo esto con la pierna entablillada.

A raíz de los sucedido en la última pelea de McGregor, todo un icono de las MMA como Ronda Rousey publicó en sus redes sociales que “si lo que queréis es deportividad e idealismo, mirad los Juegos Olímpicos. Dios sabe que necesitan espectadores”. ‘Rowdy’ se equivoca y comete el error de mezclar peras con manzanas. Ella tampoco fue precisamente un ejemplo de respeto por el rival, y eso que sus primeros pasos fueron en el judo y llegó a ser medallista olímpica. Más tradicional en las artes marciales no se puede, aunque parece que la memoria de la luchadora californiana es frágil. Quizás ese pensamiento es el que la empujó a dejar las MMA después de su segunda derrota consecutiva y tras dominar durante mucho tiempo en el octógono. Cuando su superioridad ya no era tal y cuando la mala leche enterró al respeto. Cuando decidió que su nuevo camino estaba en el wrestling… sin tener que recibir golpes ‘de verdad’, pero donde poder dar rienda suelta a su verborrea y ‘teatrillo’. Básicamente, el extremo opuesto a camino recto de Rose Namajunas. Al otro lado de la línea.

Salir de la versión móvil