Si de algo se nos caracteriza, a los dominicanos en el exterior, es de que siempre estamos dispuestos a socorrer a nuestros compatriotas, cuando estos sufren las desgracias de una inesperada tragedia, las desdichas de un desastre natural o la eventualidad cotidiana de vivir en un país con recursos y oportunidades que, no siempre les llegan.
Pero antes de entrar en ese tema, necesito colocarlos en el marco en el cual viven los dominicanos de los Estados Unidos, justo en este momento.
El fin de semana comercial más grande e importante de los Estados Unidos, cerró el lunes, con “Cyber Monday” o “Lunes Cibernético”. Uno destinado a lo mejor en ofertas vía web. El día nació como una extensión del fin de semana de ventas conocido como “Viernes Negro”. Los beneficios y rentabilidad que presentaban el hacer comercio vía internet, permitían exhibir grandes y pesados productos, por medio de un catálogo digital en pantalla, sin tener que llevarlos al sitio de venta. Y el sector de innovación y tecnología sería el primero en capitalizar el espacio, con computadoras, televisores y demás aparatos electrónicos. Y, por ende, inicialmente, la exclusividad sobre ese Lunes Cibernético. A más de una década de su surgimiento, el resto de los negocios se han sumado, sin importar que sean electrónicos o no, sus productos. El espacio ahora es el cierre de la última de las mayores ofertas del año.
Los analistas nacionales indican que, en este fin de semana de ventas, el cual inició con el Viernes Negro y concluyó con el Lunes Cibernético, las transacciones terminaron en superar por un 4%, a los más de US$60,000 millones del año pasado. Sin embargo, el incremento real, no dependió de los compradores que visitaron las infraestructuras comerciales de manera física, ya que esas cifras se han ido reduciendo año tras año. Símbolo de que, la gente prefiere quedarse en casa. El verdadero incremento en compras se debió a las comercializaciones hechas vía internet entre el Viernes Negro y el Lunes Cibernético. Este último, por sí solo, registró 17% más que la cifra del 2017.
Con ello creo queda como evidencia que, el estar físicamente presente no necesariamente asegura el mayor rendimiento o rentabilidad de nada. Si la propuesta es seria, real y confiable, el método o lugar desde donde se transmite no altera la confianza que se deposita en ella ni las expectativas que se tenga de la misma.
No obstante, el periodo marcado por estos cuatro días en Estados Unidos, todos intencionalmente destinados a reforzar nuestra alucinante necesidad de consumir, desde hace algo más de media década, ha sido acompañado de un quinto día de “gastos”. Pues desde el 2012, la semana de mayor consumo, no culmina el lunes, sino el martes. Y lo hace con “Giving Tuesday” o “Martes de Donación”.
A un mes de celebrarse el gran fin de semana de ventas de noviembre de ese 2012, dos organizaciones se unieron para proponer un día que consistiera en aclamar la generosidad que es dar y ser voluntario.
Lo que iniciaría la semana del consumo con un jueves “en familia” y la Acción de Gracias, ahora culminaría un martes, con un “Día para Dar”. Un balance de las faenas que, identifica a los habitantes de la nación norteamericana. -compartir con seres queridos… comer en demasía… ver clásicos de futbol americano… salir de compras en busca de ofertas… obtener la tecnología más reciente… dar a los mas necesitados.
La Fundación de las Naciones Unidas y a “92 Street Y”, corto para la Asociación Hebrea de Jóvenes Hombres y Mujeres, forjaron esta noble y altruista idea que hoy se ve respaldada por 40,000 otras organizaciones en más de 70 países. El pasado año se recaudaron más de US$300 millones en ese solo martes. Y aunque aún no ha calado del todo en República Dominicana, con AFS Dominicana de anfitrión, la “Cuarta Cumbre Global de Un Día Para Dar”, se celebró recientemente en la ciudad Capital, confirmando por lo menos, la importancia de nuestro país en todos los escenarios de valía internacional. Principalmente en los de altruismo.
Ahora, mi enfoque.
De mis conversaciones con la diáspora, siempre surgen ideas que me hacen preguntar, “¿porque otros no han pensado en esto?”
Llega un momento donde el poder de un hombre, no se mide por la cantidad de dinero que tiene o el cargo que ocupa, sino por su disposición en querer cederlo. En el escalafón vertical de los grandes empresarios del mundo, aquellos a cargo de emporios de tecnología o industrias de primera necesidad, aquellas determinantes para la vida del ser humano, la ambición más alta a la cual estos hombres y mujeres aspiran es a ser filántropos.
Visto la estabilidad que ha alcanzado en los últimos 4 años la economía de los Estados Unidos, los dominicanos que tenemos tiempo viviendo aquí, actualmente estamos en un mejor lugar, financieramente. Es decir, tenemos entrada recusable. Y ya que se nos caracteriza como prevenidos a auxiliar a nuestros compatriotas y ahora permeados por la cultura de un país generoso y desprendido como en el que vivimos, los dominicanos de segunda y tercera generación en el exterior, estamos buscando causas serias, reales y confiables, para aportar.
Fuera de los inesperados desastres naturales, los dominicanos que vivimos en el exterior, por décadas, hemos querido hacer aportes para mejorar las vidas de nuestros compatriotas en la isla. Pero pocas veces nos hemos sentidos confiado en que nuestros aportes llegarán a las manos y a las causas correctas.
Queremos hacer algo más allá que la remesa que enviamos mensualmente. Esa que, aunque llega como aporte a la familia extendida, es en realidad un acto caritativo o donación selectiva, porque sabemos a dónde va.
Rara vez nos sentimos cómodos, dando dinero a instituciones caritativas de la Patria. Existe esa suspicacia de sospecha sobre el gesto noble del otro. Siempre estamos “chivos” de las acciones de los demás. Y puede que hasta sea justificado, visto las patrañas que hemos evidenciado.
Por ejemplo, si queremos mandar una caja o una donación de equipos médicos. Surgen unas trabas insólitas y poco productivas. No es que los mecanismos aduanales sean arcaicos. Es que nosotros mismos, hemos violentado tanto esos procesos, queriendo sacar ventaja, que se ha generalizado la concepción de que los importadores de bien son gente deshonesta. Y cuidado si logras una exoneración, porque ahí entonces el malo es el agente aduanal, a quien se le acusa de corrupto, por autorizar unos aportes benéficos. Por acusaciones así, es que los que hacen trabajo caritativo de manera seria, se ven teniendo que pagar con lágrimas, esos impuestos.
Es increíble la documentación que hay que agotar, para lograr una exoneración. Y es a propósito, créanme. Pues nadie quiere salir desacreditado, de un gesto sincero. Hasta para favorecer a nuestro pueblo a veces es complicado. Porque el que no recibe, siempre acusa, y el que recibe algo, está siempre dispuesto a tapar. Evidencia que se confirma con el “Dame lo mío”. Algo que nunca he escuchado en otro país que no sea el nuestro.
Ahora veamos otros mecanismos de donación.
Desde hace una década los organismos internacionales a cargo de enfrentar situaciones de emergencias han coincidido en que, la mejor forma de dar es entregando dinero. ¿Por qué creen ustedes que la mayoría de las donaciones de los países industrializados, se efectúan con dinero? Primero, porque es fácil de contabilizar, fiscalizar y controlar. Y segundo, por lo obvio. Es que, en la logística de promover, convocar, recibir, procesar, coordinar, enviar, aceptar, almacenar, contabilizar, distribuir y finalmente entregar a aquellos necesitados, las cajas de ropas, asuntos para el hogar, personales, comida, enlatados, medicinas y demás, que fueron donadas por cientos o miles de individuos, la sal sale, pero mucho más cara que el chivo.
Las ciudades donde habitan las diásporas dominicanas guardan en ellas, pequeños nobles gestos de actos benéficos. Estas anualmente efectúan galas u otro tipo de eventos para recaudar fondos o promocionar sus trabajos sin fines de lucro, que hacen en nuestro el país. Sin embargo, estos esfuerzos terminan por agotar una agenda de trabajos que pocas veces impacta como debiera, pues se ejercitan en la mayoría de los casos, fuera de las programaciones de desarrollo del Estado o las organizaciones no-gubernamentales, que si saben lo que se necesita.
Estos gestos pudieran impactar de una mejor y mayor forma si existieran mecanismos que le permitieran incidir directamente y sin tener que agotar grandes recursos en logística o levantamiento de información. Es decir, que existiera un Fondo de la Diáspora para Asuntos Benéficos, con programación y dirección. No otra institución, sino un Fondo Fideicomiso que le permite a esas pequeñas fundaciones, poder mantener sus contribuciones bajo escrutinio y creciendo. Disponibles según sus programaciones, para efectuar valiosas e impactantes obras de real trascendencia, basadas en una clasificación facilitada por los órganos estatales y no-gubernamentales, mediante el voluntariado. Evitando así la duplicidad de esfuerzos y los gastos en las innecesarias logísticas que se requieren para implementar sus programas caritativos.
Es cierto que los dominicanos tenemos muchos problemas y precariedades. Pero no las suficientes para estar mendigando por el mundo, cajas de ropa usada y laterios de comida con fechas expiradas. Aparte de los pueblos de las periferias, los cuales no he podido censar, la miseria no es un asunto presente en las vidas de la mayoría de nuestros compatriotas. Y aunque el sentimiento de los dominicanos en el exterior es basado en la noción de lo que creen que es precariedad, lo cierto es que, más que cajas de comida o medicina, lo que su país necesita es inversión, justicia y mecanismos serios para impulsar aquellas cosas que requieren de mayor atención, pero que, carecen de recursos humanos y monetarios para hacerlos.
La diáspora está preparada para asumir el rol que se espera de ella. Y créanme. En nada tiene que ver con cajas de ropa o latas en diciembre.
Si de algo se nos caracteriza, a los dominicanos en el exterior, es de que siempre estamos dispuestos a socorrer a nuestros compatriotas. Y cuando la diáspora dona, ahí está la primera idea. Ser Filántropos. Tenemos que dar de nuestro tiempo y dinero. Debemos estar más abiertos a ser voluntarios de grandes causas y no líderes de gestos que no inciden y que egoístamente solo impactan nuestro ego.
Ahora a buscar las otras 99 ideas para y desde la diáspora.