En Chile, según la Novena Encuesta de Acceso y Uso de Internet realizada en 2018 por la Subsecretaría de Telecomunicaciones, el 49,1% de las personas mayores de 60 años nunca ha usado Internet. A su vez, solo un 54% de los hogares en los que residen adultos mayores cuenta con acceso a Internet. Por su lado, la encuesta CASEN de 2017 reveló que el uso y disponibilidad –o penetración– no supera el 50% en la población de adultos mayores, mientras que en aquellos de entre 15 y 34 años, esa cifra asciende a un 90%.
Estos números, como explica Octavio Vergara, director del Servicio Nacional del Adulto Mayor (SENAMA), han ido mejorando con el tiempo: si en 2006 había cerca de un 7% de usabilidad de Internet por parte de adultos mayores, actualmente esa cifra está cercana al 32%. Aun así, la brecha es evidente. Y en tiempos de pandemia, en los que gran parte de nuestra cotidianidad se ha volcado al espectro digital –pago de cuentas, trámites administrativos, compra de insumos básicos y alimentos y beneficios entregados por el gobierno, a los que se puede acceder por internet– la brecha pareciera aumentar aun más.
La brecha digital se configura principalmente por temas de uso y acceso, pero influyen en ella otros factores, tales como los estereotipos perpetuados por las industrias tecnológicas, cuyos públicos objetivos no parecieran incluir a los adultos mayores. Desde sus historiales personales –por más heterogénea que sea la población de adultos mayores, los une el hecho de no haber crecido con las tecnologías– al hecho de que las compañías tecnológicas no han sabido transmitirles sus mensajes, como sí lo han hecho con generaciones más jóvenes, lo que entra en juego, como explica el terapeuta ocupacional, doctor en Salud Pública y miembro de la Sociedad de Geriatría y Gerontología de Chile, Jean Gajardo, es cómo hacerles entender que las tecnologías pueden satisfacer algunas de sus necesidades. Y, a su vez, de qué manera dar paso a una conjunción intergeneracional que facilite eso.
Constanza Daniels, fundadora de la Fundación Revivir, cuyo objetivo es entregar oportunidades a los mayores para que puedan continuar desarrollándose de manera activa e insertos en una sociedad que sea capaz de acoger y valorar sus cualidades, explica que el principal factor que determina y constituye la brecha digital tiene que ver con el acceso; por un lado, al aparato o plataforma en sí, y por otro lado a la conexión. Eso a su vez está determinado por factores geográficos y económicos, por lo que es transversal a toda la población, no solo a la tercera edad.
El segundo factor tiene que ver con el uso, y aquí la brecha por edad se acentúa. “El uso de las tecnologías es como un idioma. Si un niño tiene acceso a otro idioma desde chico, va tener clarísimo el significado de las palabras y va contar con cierta facilidad al minuto de aprenderlo. Con el uso de las tecnologías se da un fenómeno parecido; los adultos mayores no han escuchado nunca este idioma y si llega de repente, se les hace complejo asimilarlo. Por eso se habla de una alfabetización digital y de la importancia de que puedan ser capacitados en el uso de la tecnología”, explica. Porque, según señala la especialista, los adultos mayores son el grupo etario más aislado en tiempos de pandemia, pero a su vez los más desconectados. “Y son los que más deberían estar en contacto con sus redes de apoyo, por eso es indispensable que puedan tener acceso a las tecnologías”.
A su vez, Gajardo explica que a estos factores se suman las barreras impuestas por las mismas tecnologías, tanto desde cómo se presenta a sus públicos objetivos a su accesibilidad cognitiva, como a las distintas realidades socioeconómicas. Según la encuesta CASEN, de hecho, en el decil más alto, cerca del 95% tiene acceso a Internet, pero en el decil de menor ingreso económico, solo el 50% lo usa. “La población mayor concentra pobreza multidimensional en nuestro país, entonces no perciben el uso a Internet como una necesidad, porque tienen que usar las pensiones en servicios básicos antes de conectarse. Todos estos elementos se ponen en juego y crean el escenario de desventaja en el que se encontraban los adultos mayores con respecto al uso de Internet cuando llegó la pandemia a Chile”, explica. “De pronto irrumpió el distanciamiento físico y ellos terminan siendo muy perjudicados”.
Como dice Marco Espíldora, director de la Sociedad de Geriatría y Gerontología de Chile, las políticas públicas tienen que hacerse cargo de la brecha digital e intergeneracional. “La pandemia abre una ventana de oportunidad para que nietos y abuelos se encuentren y para que haya una convivencia intergeneracional que pueda reducir la brecha y genere mayor integración”. Aquí tres fundaciones que están trabajando pensando en esta brecha.
Fundación Revivir. Constanza Daniels explica que esta fundación apuesta por un cambio cultural respecto al envejecimiento. “Es una etapa más en la vida que debe ser enfrentada de manera positiva y activa y como sociedad tenemos que darle la oportunidad para que puedan desarrollarse de esta manera”, dice. La fundación tiene presencia en cinco regiones de Chile y los programas que ofrecen están dirigidos a adultos mayores autovalentes y vulnerables, todos los beneficiarios pertenecen al 40% más pobre. Si bien normalmente fomentan la autonomía e independencia de los beneficiarios, en tiempos de pandemia se han preocupado de resguardarlos y apoyar en la postulación y acceso a los beneficios estatales. “Administramos condominios de viviendas tuteladas, en donde residen de manera independiente personas mayores que tienen pocas redes de apoyo, los monitoreamos para que puedan obtener sus beneficios y hemos hecho alianzas colaborativas con distintas universidades para que se los acompañe y contenga emocionalmente a aquellos que han visto deteriorada su salud mental”.
Travesía100. Esta empresa B en proceso de aprobación, cuyo propósito es motivar a aquellos que constituyen la población de analfabetas digitales, ofrece acceso a una plataforma de e-learning que le enseña a los adultos mayores a digitalizarse mediante manuales e instructivos que abordan desde el uso de Smartphones a Excel. En estos meses de pandemia, han realizado estudios en los que han podido determinar que la mayoría de los adultos mayores ocupa WhatsApp, Netflix, YouTube y ahora Zoom. Y que frente a la pregunta “¿te gustaría aprender a usar otras aplicaciones?”, casi el 60% respondió que sí. Rosa Melnick, directora de la academia Travesía100 y responsable de traer los computadores Apple a Chile, explica que para el año 2050 uno de cada tres personas será mayor de 60 años, por lo tanto es clave disminuir la brecha. “Digitalizarnos significa aprender a usar el correo, el Smartphone, navegar en la web y perderle el miedo. En Travesía100 ofrecemos talleres que motivan a entender esto. Y es que hay varios temas que impiden la digitalización: el rol del Estado como agente de cambio y garante al acceso para que todos tengamos computadores e internet y la falta de motivación y curiosidad de nuestro segmento”.
Fundación Ámanos. Esta fundación, que existe hace 20 años, busca combatir la soledad de los adultos mayores. Previo a la pandemia, el trabajo consistía en acompañarlos de manera presencial, tanto en sus residencias de larga estadía como en domicilios particulares, pero en estos meses se han adaptado y ahora ofrecen acompañamiento telefónico. A la fecha, acompañan a más de 560 personas a lo largo de todo Chile y cuentan con 450 voluntarios, quienes además están capacitados para informar e instruir respecto al uso de las tecnologías, pagos de cuentas y acceso a beneficios. Como dice Alejandra Valdés, directora de la fundación, “las personas en Chile están viviendo más de 80 años y tenemos la expectativa de vida más alta de Latinoamérica. Por ende el gran desafío es que los mayores de 80 se digitalicen, hoy no son ni el 10% de las personas digitalizadas”.